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sábado, 16 de enero de 2010

En el cuerpo del australopithecus y del hombre de la post-modernidad

En el cuerpo del australopithecus y del hombre de la post-modernidad
Por: RICARDO LARUG

Sólo una de todas las especies que viven sobre la faz de la tierra ha desarrollado un cerebro tan complejo como el hombre. Su lenguaje articulado, su capacidad de razonamiento, su estilo de vida humano, además de su postura bípeda y oposición digital, son rasgos únicos que comenzaron a evolucionar desde hace más de 6 millones de años debido no sólo a los procesos biológico-celulares y sistémicos interrelacionados con el medio ambiente físico, sino con los procesos socio-culturales.


Por eso el problema de los orígenes del hombre es tan vital como dichos procesos, los mismos que lo trajeron hasta sus actuales formas de pensar–actuar. Razón por la cual  es básico retomar  la corporalidad(yo-cuerpo) como una categoría de análisis en conexión histórica con todo el pasado de la vida, tema subvalorado en culturas subdesarrolladas como la nuestra y donde no existe un  sólido conocimiento al respecto que posibilite una epistemología del cuerpo, una teoría sobre el concepto de “sí mismos” desde las circunstancias psico-sociológicas que han llevado a su obtención, una tesis que se refiera a los criterios  populares y científicos que pueden justificar o invalidar dichas aproximaciones conceptuales.


Antes de referirnos a éste tema de análisis es necesario recordar -desde lo biológico- que el hombre actual (homo sapiens-sapiens) es un mamífero representante de los homínidos, primates caracterizados por el elevado volumen cerebral que les permitió un desarrollo intelectual definitivo en el camino de lo psíquico simple a lo psíquico reflexivo, con lo cual se alejó para siempre del resto de las especies animales. 
Desde el Homo habilis hasta el homo Sapiens

La evidencia presente sugiere que la evolución del linaje humano no comienza realmente con el Australopithecus Africanu(400cm3 de masa cerebral y 1,30 m de altura) hace más de 6 millones de años, sino con una rama de ellos que evolucionó hacia cerebros mayores y rasgos cada vez más humanos desde hace 1,8 a 2,5 millones de años.  Se trata del Homo Habilis (700cm3 de volumen cerebral) al cual le siguió el Homo erectus(>1000cm3), el HomoSapiens(1350cm3) y finalmente el hombre actual u Homo Sapiens-sapiens(1500 cm3 y 180 m de altura hace 150 mil años).Cabe aclarar que sólo hasta el Homo Erectus(1,5 millones de años) el hombre descubrió el fuego, vital para el procesamiento de alimentos que modificaron su cerebro.


Es decir: desde lo biológico el hombre puede considerarse una estructura de células, proteínas y agua que rigen todos los procesos vitales desde su presencia en la tierra. Con ellas no sólo se formaron sus tejidos, aparatos y sistemas, sino que se desarrollaron sus casi cien mil millones de neuronas, cada una de ellas expresada a través de por lo menos 18.000 genes. Pero comprender ésta especie de gramática molecular  que identifica al género humano es necesario traducirlo a formas de pensar-actuar individuales y sociales que a la postre son aún más complicadas. Por eso la historia no sólo tiende a centrarse en los procesos evolutivos biológicos, culturales y tecnológicos, sino en las complejas formas de crear ideas, conceptos y pensamientos.

Un ejemplo de ello lo constituyen las diversas explicaciones sobre la aparición, evolución y misión del hombre sobre la tierra, explicaciones desde las cuales se puede entender la actual forma de pensar su corporalidad(yo-cuerpo).


Por ello mientras algunos pensadores como Anaxímenes, Empédocles y Aristóteles consideraban una tesis que hablaba de un origen espontáneo de la vida humana, el resto del mundo antiguo se basaba en una explicación mitológica y hasta mágica del asunto. Con el tiempo la iglesia, entronada en el poder y por razones de dominio hegemónico, retomó los pensamientos míticos y los convirtió en un artículo de fe religiosa durante varios siglos, masificando la idea de un hombre pecador que debía rendirle culto a un supuesto Dios creador de todas las cosas.


Dicho pensamiento  no sólo limitó la expresión corporal de hombres y mujeres, sino la conciencia motriz de sí mismos evitando su estudio científico.  Con el tiempo ésta manipulada visión teocéntrica comenzó a erradicarse con posturas más elaboradas como las del teólogo anglosajón William Paley quien expuso que el hombre no podía ser pensado como un resultado del azar. Seguidamente con los trabajos de Francesco Redi en el siglo XVII y de Lázaro Spallanzani en el siglo XVIII se dio paso a la noción moderna de la evolución biológica de las especies al demostrarse la falsedad de la teoría de la generación espontánea proclamada en el mundo de la edad antigüedad.

A partir de entonces la corporalidad empieza a cobrar un sentido más organicista con explicaciones biologistas de sus experiencias motrices y no basadas en lo ritual y sagrado. Así se llegó a mediados del siglo XIX cuando apareció la Filosofía Zoológica de Jean Baptiste de Monet de Lamarck y su teoría de la herencia de los caracteres adquiridos, tesis que complementó Darwin en 1859 con su teoría evolucionista de la “selección natural en El Origen de las Especies” y su comprobación de que el hombre es una rama del tronco de los Simios del Viejo Mundo. http://www.portalciencia.net/antroevosapi.html

Tales teorías no sólo fueron retomadas y argumentadas científicamente hasta que la bioquímica descubriera la afinidad molecular de las especies, sino que hicieron que el hombre asumiera su corporalidad desde nuevas posturas que liberaron sus capacidades motrices en aplicación al trabajo y a las expresiones deportivas.  Hoy se sabe que la interacción positiva entre el desarrollo del bipedismo y del cerebro facilitó la evolución histórica del hombre como especie, tanto que ello acentuó su proceso de hominización en el alejamiento morfo-fisiológico de los demás primates, proceso que aunque haya desarrollado su intelectualidad también hizo involucionar –de cierta forma- sus destrezas físicas, las mismas que hoy se están redescubriendo al utilizar el ejercicio como una forma de expresión cultural necesaria para el mejoramiento de su calidad de vida.

De lo mágico a lo neurológico:

El paso de lo mágico a lo lógico, del pensamiento mítico al  científico, de lo salvaje a lo civilizado, le ha tomado miles de años y “dolores de cabeza” a la humanidad, al igual que sucedió con el paso del hombre pre-histórico con libertad cuasi-absoluta al ser humano con “dominio” sobre el  “in-conciente” postmoderno, es decir: el hombre se ha balanceado históricamente de un lado al otro,  de la realidad natural a la realidad virtual, del homo hábilis cazador al sapiens cazado, de la inteligencia emocional a la racional y de allí a la artificial, en su afanosa búsqueda por subsistir.

Esto último sugiere el paso del hombre natural –de carne y hueso-  al “ciborg”(organismo ayudado de componentes mecatrónicos como por ejemplo un hombre con marcapasos), del ser humano de sexo genérico al ser transexual y dentro de poco transgénico…,  tiempo en el cual la percepción que las personas han tenido sobre “sí mismas” ha mutado sobre diversas “matrices culturales” que de forma reflexiva o NO han  desarrollado y difundido controvertidos conceptos sobre “el hombre y su corporalidad”.

En la antigüedad, por ejemplo, la “mitología” había constituido un intento de explicación y dominación de los fenómenos naturales y sociales con base en discursos cohesionados culturalmente a nivel de lo sagrado, lo simbólico y lo tradicional-oral, formando así creencias, leyendas y pensamientos ritualizados desde los cuales los hombres y mujeres hacían una “lectura de sí mismos”. Con la “ilustración” de finales del “Medioevo” el mundo se despojó de una buena parte de aquella “dimensión mágica” evolucionando hacia un nuevo pensamiento con base en “la razón” que caracterizó el modernismo.

En la contemporaneidad se ha impuesto un pensamiento tecnocrático basado en la barbarie de “los proyectos hegemónicos de poder” que tratan de racionalizar lo irracional especialmente con ayuda de los medios de comunicación. Con ello han crecido las desigualdades económicas e intelectuales, así como las diferencias tecnológicas y sociales entre culturas y “clases sociales”, entre desarrollo y desarrollismo. Entre producción  y  consumo, entre  hombres  con  corporalidad (yo-cuerpo)  y  hombres     a-corporales (sin consciencia de sí mismos).

Con el postmodernismo se arraiga una   neo-visión mucho más “tecnócrata” y agresiva de la vida y sus extremos.  El poder del conocimiento y de las sociedades de consumo sobre la individualidad de los hombres desarrollan la “industria cultural masiva de la des-información” provocando no sólo el mayor avance tecnológico en toda la historia de la humanidad, sino liderando una aparente estandarización de las formas de  pensar-actuar en favor de la reproducción “in-consciente” de los patrones de fidelización que hacen posible la “cultura de masas”,  la del consumo desenfrenado y contradictorio de lo banal desde lo tecnológico y viceversa, procesos que han creado un nuevo hombre postmodernista a su imagen y semejanza, en apariencia dueños de sus criterios, formas y estilos de asumir su corporalidad y sus vidas sociales, pero que a la postre corresponden a modelos comportamentales impuestos desde las élites dominantes.

Por: Ricardo Larug

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